lunes, 13 de diciembre de 2010

Cronica

Cuando Angel me asignó la tarea de escribir la crónica de la jornada que íbamos a comenzar, rápidamente sentí que ya la había iniciado unas horas antes, cuando debajo de la ducha imaginé, con ilusión, que el agua que caía sobre mí, como una ... bendición, preparándome para la caminata , era el pariente canalizado o civilizado que llegaba hasta mi casa para tonificarme y despertarme y así de esa guisa, ponerme el equipo y marchar a encontrarme con su bella parentela, la que cae de cualquier manera, la que asoma por cualquier rincón, la que se despeña o atempera de manera prodigiosa, que no por ser observada, se esconde o recata.
Cantarina y bulliciosa, alegre y siempre libre y renovada, corriente y corriendo, para darse, en su líquido elemento a todo aquello, que sediento se acerque , sea tierra, vegetación, piedras, peces, o cualquier intruso que sintiéndose vivo, siente que sin ella muere.
De la ruta elegida, qué os podría decir yo que no haya quedado, con toda seguridad, en la retina de vuestro mirar y en el ejercicio de hacer el camino, escuchando, sintiendo, en un embelesado acompasamiento. Los parajes naturales de gran belleza en su manifiesta expresión cromática del bosque, que encierra, para nuestro deleite unos acogedores emplazamientos, que como casa rural, ha rescatado el hombre del abandono y de la vejez, para que el relevo generacional no olvide lo natural, lo que crea raíces.
Desde ese escenario tan espectacular, solos con nuestros afectos, desde el silencio, roto por el alegre canto de la ruta del agua, llega hasta mi, el sentimiento de lo eterno.
Me siento feliz y contenta de haber podido encontrarme y participar, con este grupo de personas que en el caminar cumplen el bienestar de la familiaridad.

Blanca Fernández Baeza.